domingo, 14 de junio de 2020

Al mal tiempo...

Tres meses de confinamiento más o menos estricto, dan para mucho. Teníamos todos varias opciones para sobrellevar mejor o peor estos días de obligado encierro. Unos leyendo, otros bailando, otros peliculeando o simplemente holgazaneando que también de vez en cuando se puede convertir en un sano ejercicio siempre que no abusemos de él.
Particularmente, me enganché a series de terror, fantásticas, fantásticamente divertidas o simplemente de esas que te hacen pensar; también comencé a cabalgar por segunda vez con el ingenioso hidalgo y su no menos singular escudero, aunque me quedé en algún terreno de un lugar de la Mancha de cuyo nombre ahora mismo yo tampoco me acuerdo.
La música, como siempre, no dejó de acompañarme en estos ya más de noventa días. Algún descubrimiento rockero con retraso y algún otro realmente sorprendente.
Pero lo que no podía ni por asomo imaginar, era que me engancharía a un programa o espacio que desde hace ya varios domingos a eso de las seis de la tarde a través de Instagram, nos habla de meteorologías, cambios climáticos, climas extremos, llamaradas solares, huracanes, corales que pierden su color, lugares inimaginables y mil y una historias que siendo de ciencias, me suenan a historias de buenas letras escritas de esas que te hacen prestar atención de pe a pa.
La culpa de todo esto y mi “conversión” a ese mundo del que yo sólo alcanzaba a descifrar como mucho bajas o altas presiones y poco más, la tienen dos mujeres.
Primero, mi santa esposa que un día me habló de cierta meteoróloga a la que seguía en las redes y de la cual estaba aprendiendo muchísimo y con la que estaba encantada por su forma de exponer el tema de ese día.
Y en segundo lugar, la propia meteoróloga que ha conseguido en poco tiempo que en mi móvil suene una alarma dominical a eso de las diecisiete cincuenta y cinco para conectarme a su espacio.
De nombre Mar Gómez, la describiría como una mujer guapa de esas de ojos color indescifrable y una sonrisa que sabes que no esconden nada que no sea naturalidad. Como diríamos coloquialmente, una persona que transmite muy buen rollo.
Su simpatía, indudable; su programa, muy ameno; sus conocimientos, fuera de duda; su memoria, para mí la quisiera y su interactividad con los seguidores, total. Añadamos a todo esto todo lo que casi sin darnos cuenta estamos aprendiendo y el cóctel nos da una mezcla tremendamente atrayente.
Mi memoria de pez globo me impide conservar durante mucho tiempo lo aprendido, pero siempre me queda el pensamiento de que durante una hora, gentes de vete tú a saber dónde, hemos permanecido en cierto modo atentos y unidos gracias a esta mujer que ha sabido poner en estos malos tiempos una buena cara.

*Con todo mi apoyo y agradecimiento a Mar Gómez por dedicar una parte de su tiempo al noble arte de hacernos la vida un poquito mejor con sus conocimientos y gran simpatía. Gracias

*Si queréis contrastar lo que aquí cuento, los domingos a las 18:00h. todos podemos citarnos en la red:

                 Instagram: @margomezh  
                                   Web: https://www.margomez.com/

miércoles, 3 de junio de 2020

Insolidarios


Mes de junio, sol en las calles y un sentimiento contradictorio. Debiera estar contento, debiera estar feliz, pero mi sonrisa no aparece y quizás tarde mucho en dibujarse en plenitud.
Salgo a la calle a pasear los lugares de siempre y me doy cuenta que ya no son los mismos para estos ojos que siendo míos, no miran igual.
Las calles, no cambiaron; los comercios siguen siendo los mismos aunque sus accesos sean controlados por cintas, personas o letreros de seguridad.
¿Y las personas?
Las personas son muchas; a pie y a caballo de bares donde las cervezas se cuentan por cientos en abarrotadas mesas de gentes alegres. Sí, alegres, porque alegre es quien ríe, alegre es quien bebe a medio metro del colega, del familiar, de un ligue o vete tú a saber de quién.
Y entonces mi mente recuerda y mi corazón se encoge. No doy crédito al presente siendo tan cercano un pasado tan terrible.
¿Dónde quedó el horror? ¿Dónde los miles de muertos en soledad? ¿Dónde los silencios del miedo a lo desconocido que no podemos ver ni tocar?
Da lo mismo el número que acompañe a la fase cuando de desfases y desfasados absolutos hablamos.
No merecemos muchos los esfuerzos realizados, las penurias vividas, las ausencias obligadas y el miedo a la muerte colgada en la comisura de los labios para que ahora, hoy, otras gentes enfundadas en inconsciencia, insolidaridad, botellones, botellines y risas, nos hagan o nos quieran hacer creer que todo esto fue un mal sueño.
La juventud no es excusa como tampoco lo es el adulto que protege su barbilla olvidando nariz y boca para comentar las mejores jugadas a quien le quiera escuchar.
De los sueños, se despierta; de la muerte, en este mundo, ya no. Y son miles de familias rotas, son miles de personas que con muchos o pocos años a sus espaldas, ahora son sólo un recuerdo por el que muchos de estos inconscientes brindan al sol que más les calienta.
Como objetivo principal, las vacaciones; dónde seguir la fiesta; qué arena, agua y sombrilla nos cobijará cuando el calor apriete.
De nada habrán servido las lágrimas vertidas, ni los miedos que acecharon. El muerto al hoyo y muchos vivos donde la chulería les lleve, porque para chulos, ellos.
¿Y los demás? Los recuperados con secuelas, los que quizás enfermaron y nunca lo supieron y en general aquellos que agradecemos primeramente seguir vivos, pues quizás ocupemos el tiempo libre en nuestra terraza a varios metros del suelo, en terreno seguro al cobijo del hogar y de una cerveza que también sin duda abriré brindando al cielo por mí, por todos mis compañeros y por quienes en el silencio de la ausencia también estarán presentes.
No hace mucho una amiga me preguntaba si pensaba que algo sería como antes. En principio, le dije que no. Pero meditando, me doy cuenta que desgraciadamente, al menos la inconsciencia de bastantes que viven de espaldas a la realidad, sí.
Y eso, lo pagamos todos en una factura demasiado cara para el bien común.