Hace la friolera de treinta y cinco años mes arriba mes
abajo, un tipo al que sigo conociendo que no es otro que yo mismo, una calurosa
mañana mochila caqui al hombro, caminaba somnoliento por el famoso Paseo del
Prado de un Madrid tan reconocible como el de ahora.
Su sueño, era comprensible. Acababa de abandonar todo un
Cuartel General del Ejército tras tres días de pernocta obligada allí para
cumplir con lo estipulado en un compromiso firmado para servir a la Patria.
El trayecto sólo buscaba alcanzar el bus que esperaba en una
parada de Atocha y que sin duda me llevaría al hogar dulce hogar.
Era una mañana hermosa, como muy hermosa era la mujer que
captó mi atención sentada en una de tantas mesas del típico café-quiosco del
Paseo que estaba atravesando.
No sé exactamente si fue su larga cabellera rubia o sus
facciones extraordinariamente bellas. El caso es que pensé: “Yo conozco a esa
mujer”.
Y efectivamente, la conocía. Incluso supe su nombre y sabía
en qué trabajaba. Lo supe, pero no por una mente lucidamente despierta o una
memoria fotográfica de cámara réflex, sino porque a su lado se sentaba un
hombre por el que yo y millones seguramente como yo, se hubieran cambiado en
ese y en otros muchos momentos.
La mujer en cuestión era Barbara Bach (chica Bond para más
señas) y su acompañante no era otro que el mismísimo Ringo Starr con su barba y
gafas que no podían ocultar su personalidad.
Todo un Beatle en Madrid, todo un baterista del seguramente
grupo más famoso de la historia de la música, allí, a escasos metros de un
hombre como yo que se crio a biberones escuchando sus músicas y que ha sido
fiel admirador de las obras que a 45 o a 33 revoluciones siempre me han
acompañado de los cuatro escarabajos de Liverpool.
Recuerdo no dar crédito a esa casualidad del momento, como
tampoco daba crédito de unos fortachones por llamarles de alguna forma, que muy
cerquita de la pareja en cuestión, preservaban su intimidad de miradas curiosas
como la mía.
No me acerqué, más por miedo que vergüenza, pero me quedó un
regusto de gloria cuando pensé que vi a una mujer hermosa como pocas y a una
leyenda de la música que sigue siendo hoy al cumplir 80 tacos junto a esa misma
mujer que en un día soleado en Madrid captó
mi atención.
Felicidades al Sr. Starr y mis respetos a la Señora de Ringo
tantos años después.
Curioso, pocos habrá como tú y no me refiero a la mochila caqui, sino a darse en la nariz con el batería, el feo, de Ringo, feo pero con suerte, ya lo dice el refrán. Su mujer,la segunda, por cierto, fue chica Bond y bastante guapa.
ResponderEliminar80 años y sigue en la brecha. Su último tema suena a Beatles como es de suponer: Give more love.
Salud y feliz verano con mascarilla.
Sí, la verdad es que es seguramente el menos agraciado tanto física como musicalmente de la banda, pero es un tipo simpático que para ser leyenda no se las da de tal.
EliminarFeliz verano y que con mascarilla o sin ella tengamos todos la salud suficiente para seguir contándolo.
Un abrazo
Era un adolescente cuando triunfaron como grupo, Da alegría saber que a los 80 sigue Ringo en la brecha.
ResponderEliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarQuedan ya pocos de los grandes Matías pero ahí siguen.
EliminarUn abrazo