¡Cuántas miradas al cielo
rogarían parar el tiempo y que el segundero no quisiera llegar al minuto ni sus
minutos a la hora! Pero el tiempo, como la vida, sigue su camino
inexorablemente sin mirar atrás.
No paramos a pensar, no hubo
lugar al razonamiento; simplemente, el corazón corrió más aprisa que los pasos
aunque por mucho que apretaron la marcha, se detuvieron al instante, cuando la
fatalidad elevó un muro infranqueable de destrucción y cruda realidad que les
gritó: “Llegásteis tarde”
Sus lágrimas llamarían mil
veces a una puerta que cerró de golpe toda esperanza de que la voz de siempre
les hablara al otro lado.
Sólo hubo tiempo a dibujar
un corazón y escribir con tinta manchada de barro:
“Adiós mamá, no pudimos llegar a tiempo” P E R D Ó N
Debiéramos vivir en la esperanza de saber que una madre querida aunque no responda tras esa puerta, desde un lugar lejano pero infinitamente hermoso, seguramente al leer ese pensamiento de amor, culpa y perdón, diría:
“No hay nada que perdonar;
abrigaos que está lloviendo mucho”
OS QUIERO
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