jueves, 2 de enero de 2025

Carta a los Reyes Magos

 


En una sociedad sin apenas cartas escritas, con Reyes que si están se admiten y si no están tampoco se echarían de menos y con una magia navideña que hace ya tiempo se perdió entre luces y grandes almacenes del consumismo más atroz que viviera la raza humana, llegamos al colofón de unas fiestas con el habitual baño en chocolate del sempiterno roscón que de seguir así te lo endosarán junto con un décimo de lotería en pleno mes de julio en cualquier lugar con olor a sal, montaña o pueblo perdido de la mano de Dios.

De castañas para calentar manos en gélidas noches de invierno, de abuelillos paseantes de nietos entre puestos de mercadillo con soniquetes de cascabeles o de copas y dulces velando sueños a la espera de ser degustados por esos increíbles, sorprendentes y nunca vistos repartidores de juguetes e ilusiones, apenas se habla por no pecar de nostalgia entre tanta sociedad en progreso.

¿Progreso?

Progreso sería mantener o intentar mejorar valores que forjaron una casta de hombres, mujeres y niños que entre flores, fandanguillos y alegrías, saludaban al mundo con el esfuerzo de su trabajo y una palabra educada entre tanto trabajo por hacer.

Hoy, no es así; el respeto se mide a razón de lo que pesas dentro de unos cánones estipulados por gentes cuyo principal valor o mejores principios, precisamente, es el de no tenerlos.

¡Ay pena, penita, pena! me da esta sociedad actual; dame pan, dime tonto y que no falten pelotas que centrar, cervezas que engullir, ni toros que lidiar, que lo demás por muy irreverente, de mal gusto, chabacano o incluso corrupto, se admitirá como animal de compañía.

Y hoy, redactando esa carta a los Reyes Magos, no sé si la escribo a unos Reyes mimetizados entre tanta multitud de aberrantes comparsas de lo incomprensible o podrá llegar a los verdaderos y genuinos que leerán mis letras con la atención, el respeto, quizás cariño y comprensión de un adulto que nunca quiso dejar de ser niño.

Haré mis peticiones por si alguna de ellas tienen a bien sus majestades, hacerlas realidad:

 

-         Pido salud; más para los que me rodean, que para mí mismo, aunque tampoco estaría mal que me tocara al menos el reintegro.

-        Pido que se acaben las malditas guerras; las famosas y las que no cuentan tanto porque no venden titulares.

-         Pido justicia para los buenos y para los malos, porque muchas veces pagan justos por pecadores.

-       Pido cultura; pero cultura de la buena, de esa que no necesita redes sociales para llegar al pensamiento humano y hacer vibrar por dentro a las personas.

-      Pido respeto y educación porque si se pierden, el mundo se engullirá y se desaparecerá por el retrete tirando él mismo de la cadena.

-         Pido trabajo y viviendas dignas para quien trabaje y sea digno de poder tenerlas.

-         Pido que se acabe la hipocresía, el fanatismo, la corrupción y todo aquello que vaya en contra de la propia idiosincrasia del ser humano.

-         Y por último, pediría quizás lo más difícil y que nunca he conseguido tener:

Un EXIN Castillos

 

 

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